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- Consumes o te consumes... -

Martes 08 de Noviembre de 2016. PUBLICADO POR Sergio Soto Medina

 

Como se aproximan las fechas más consumistas del año, he decidido hablar un poco sobre el concepto de consumo y su implicación en nuestra vida diaria y en nuestra psique.

Imagen noticia

 

En realidad todos consumimos, no es posible vivir en una sociedad como la nuestra sin un mínimo de consumo. Necesitamos comida para nutrirnos, ropa para vestirnos y un techo que nos ampare. Pero es a partir de aquí cuando la cosa se vuelve compleja, una vez cubiertas nuestras necesidades más básicas el consumo cumple otras funciones creadas por nuestra posmoderna sociedad.

 

Consumir determinados productos nos ayuda a conformarnos una identidad, tanto individual como colectiva, y las empresas aprovechan esta circunstancia para vendernos, además de su producto, una diferenciación con los demás, un estatus, una identidad. Desde unas simples gafas de sol a un coche, pasando por la ropa o el calzado que vestimos, en cada elección estamos mostrando a los demás nuestros gustos, nuestro status social e incluso nuestra forma de ser. No es lo mismo fumar tabaco rubio que tabaco de liar,  ir al trabajo en bicicleta que ir en un coche de alta gama o algo tan sencillo como comprar pan blanco o pan negro, cada elección nos delata, nos identifica. Si tenemos un estatus económico alto, no nos vamos a ir a vivir a los suburbios de la ciudad y si elegimos jugar al golf, nos diferenciamos de los que eligen el boxeo. Hoy en día, casi que podríamos cambiar el refrán a; “dime que consumes y te diré quién eres”, en parte nos construimos socialmente a través de nuestros hábitos de consumo, además de la profesión y la familia.

 

A mi entender, las personas tenemos un grave problema cuando cedemos nuestra identidad a una serie de productos de consumo, puesto que estamos otorgando un poder tremendo sobre nosotros a las empresas o grandes corporaciones y claro está, estas se han dado cuenta y ya no sólo nos venden el producto sino las emociones y el estatus derivado de adquirirlo. Recuerdan el anuncio de BMW con el slogan “te gusta conducir”, en ningún momento hacen referencia a las cualidades del coche, nos están vendiendo libertad, seguridad, confianza, bienestar. Fíjense en los anuncios de perfumes, nos venden sensualidad, belleza, seducción, incluso confianza en uno mismo. Y sin darnos cuenta nos olvidamos de que esas emociones están dentro de nosotros y no en un producto, caemos en el error de otorgar cualidades emocionales a los objetos. La libertad está en nosotros y la vamos a encontrar más fácilmente en lo alto de una colina o a orillas de una playa que conduciendo un coche.

 

Cuando empezamos a consumir en exceso, podemos quedarnos eternamente enganchados al subidón emocional que nos produce la adquisición de un nuevo producto. Así, queriendo tener siempre más, vendemos nuestra alma al mercado y nos olvidamos de nosotros, comenzamos a darle más valor a lo que tenemos que a lo que somos, hemos dejado de cultivar el ser, hemos dejado de sentir y valorar nuestra existencia como sencillos seres humanos, otorgando un valor excesivo al tener, a poseer cuantas más cosas mejor. ¿Qué somos si nos quitan nuestro coche, nuestra ropa de marca, nuestro móvil de ultimísima tecnología o nuestra cocina súper equipada? Que cada uno se responda sinceramente a estas cuestiones y mire a ver lo que queda.

 

En navidad entramos en una especie de locura colectiva (más aún) por consumir. Me pregunto cómo y por qué han evolucionado estas fechas del mensaje de paz, esperanza, encuentro, familia, amor e ilusión, al mensaje de beba, coma, salga, compre y consuma, y cuanto más, mejor. La paz y el amor se han convertido en estrés y consumismo, y todos somos responsables de esta evolución.

¿Cómo se ha instaurado en nuestro inconsciente la idea de que si no regalamos objetos, nuestro ser querido se va a decepcionar con nosotros? O peor aún, la idea de que cuantos más regalos (y más caros) hagamos, más nos van a querer. Buscamos el amor en lugares equivocados, en centros comerciales en vez de en una conversación y un abrazo lleno de comprensión y respeto, estoy convencido de que nos iría mejor si regalásemos más de nosotros mismos y menos cosas compradas.

Animo a vivir estas fechas cerca de los otros, a pasar tiempo de calidad con la familia y amigos, a no ceder a la manipulación publicitaria, a consumir con conciencia y a no sustituir los abrazos por juguetes, sabiendo que lo más importante, el amor, no se compra con nada.